La caravana recorrió diversas avenidas de la ciudad destilando alegría, anarquía, relajo y hormonas. La bulla era ensordecedora, una cami...
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La caravana recorrió diversas avenidas de la ciudad destilando alegría, anarquía, relajo y hormonas. La bulla era ensordecedora, una camioneta Machito de color beige, equipada con cornetas de alta potencia, amenazaba a conductores y a todos los transeúntes con reventarles los tímpanos.
Algunos profesores del liceo Luis Beltrán Prieto Figueroa, ubicado al final de la avenida Rómulo Gallegos frente a la estación de servicios, habían acompañado la caravana de graduandos, pero llegó un momento en que la situación pareciera que se les escapó de las manos y optaron por irse recogiendo poco a poco y dejaron que los liceístas continuaran solos, junto a sus amigos, celebrando su graduación de bachiller.
Había no menos de treinta carros y camionetas, e incluso una grúa, donde iban liceístas alborotados guindando. También había varias motocicletas. La mayoría de los graduandos pertenecían a distintos barrios de Petare, así como de La Urbina. Lucrecia estaba sentada frente a su casa en el barrio La Alcabala y cuando los vio pasar y arrugó el rostro. Quizás recordó que hace varios años, en ocasión de una caravana similar, hubo un tiroteo y fallecieron tres de los estudiantes.
Cada vez que los detenía el tránsito, bien porque hubiese cola o bien por el semáforo, varios de los jóvenes se bajaban corriendito y comenzaban a saludar a los que venían en los otros autos e igualmente aprovechaban para pasarse las botellas de anís, ventarrón y guarapa que habían comprado antes de iniciar el recorrido.
Emoción sin límites. Yaret Clemente Camacaro, de 17 años de edad, quien tenía otros dos hermanos mayores y vivía con su mamá, tenía razones suficientes para estar contenta, pues con su graduación le había callado la boca a muchos chismosos del barrio que pensaban, aunque nunca lo dijeron abiertamente, que jamás se graduaría porque se la pasaba en una sola fiesta en compañía de su novio y de sus amigos y amigas.
Aquel 26 de julio se levantó temprano y se puso a acomodar todo lo que se iba a poner tanto para la caravana que se desarrollaría en horas de la tarde, así como para el acto de graduación que se iba a realizar al día siguiente. Por supuesto que para la caravana invitó a varios de sus amigos del callejón El Torre (barrio 5 de Julio), ubicado en Petare.
A eso de las 3 de la tarde bajaron y se dirigieron al barrio La Alcabala donde compraron varias botellas de guarapa y de allí se dirigieron hasta el liceo donde ya comenzaban a concentrarse los jóvenes.
Que siga la rumba. El grupo de liceístas recorrió durante horas varias avenidas de la ciudad capital y luego se detuvieron un rato frente a la plaza Venezuela, donde bailaron y escucharon música. El tiempo les había pasado volando y cuando se percataron ya les había caído la noche.